sábado

PIECITOS, TOBILLITOS, RODILLITAS


Por:   Diego Alonzo Álvarez Guevara.
Es nostálgico recordar aquellos juegos que con ternura y agilidad, formaron parte de nuestra niñez, niñez que cambió para esta generación con  los juegos  actualizados de las computadoras, ya no se ve en las calles grupitos de niños  ahogados en gritos de diversión, ahora todos están en las cabinas de internet entre una lluvia de tecleados.
En esta oportunidad haré una remembranza al juego de “Las Pititas”, una práctica netamente femenina, pero eso no impide que los niños salten al ritmo del conteo de las niñas. Este pasatiempo consiste en usar una pita de lana de aproximadamente 5 a 6 metros, tiene que ser de lana porque es fácil romperla, se amarran los extremos de la pita, es necesario que haya tres  jugadores: dos al extremo y uno que salte, aunque a falta de alguien se puede utilizar un poste de luz o una escalera, los que están en el extremo tienen que estar dentro de las pititas y contar mientras el tercero salta entre las pitas. 
Como en todo juego hay niveles y reglas que se debe seguir, en las pititas se comienza  por estirar la pita con los pies, luego sube a los tobillos, rodillas, muslos, cadera, axilas, cuello, cabeza y por ultimo las manos, desde el nivel del cuello ya no se salta, se pasa por  debajo de las pitas y se canta la canción de “La vaca lechera”, si se logra terminar con todos los niveles, se empieza de nuevo, pero saltando de un pie. La regla más importante del juego es no romper la pita, también se exige no abrir la boca (sin mostrar los dientes), es todo un lenguaje infantil.
Las pititas sin duda es uno de los juegos tradicionales más emocionantes, te sueltas, relajas, te sientes libre, con ganas de pasar de nivel en nivel, y si nos ponemos a pensar, es relativo a lo que vivimos ahora, seguimos haciendo de todo para llegar a un final y aunque perdamos volvemos a comenzar y sin darnos cuenta llevamos todo lo que aprendimos de niños, el solaz de ser infante es porque es la etapa de la vida más cercana a la locura. Y sí que hay un placer en la locura que solo los locos saben…

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